Que duda cabe, un retrato cuya expresión dicte algo más al espectador, que una simple mirada desapegada y fría, ofrece un plus emocional.
El gesto que nos define, la sonrisa que nos hace destacar, la mueca graciosa, la ceja levantada, una caida de ojos personal, un movimiento único. Detalles que convierten nuestro retrato, si nos atrevemos a jugar, en una personalísima obra de arte.
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